
Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Dentro de tantas cosas que hemos vivido en los últimos tiempos, existen algunos con una categoría que fácilmente se acercan a lo criminal de algún modo, todo esto, sin que nos estemos refiriendo a la siembra abusiva de Aguacates en San José de Ocoa y los Aserraderos que impúdicamente están funcionando por encima de todo y de todos, sin que se visualice algún tipo de acción contra estas acciones llevadas a cabo fruto de la prepotencia y el uso vergonzante del Poder por parte de gente que se consideraban o ¿están? protegidos, por una impunidad e inmunidad que aún a esta fecha, simplemente, apesta.
Pero, ese no es el problema mayor al que deseo referirme sino, al que todos –con excepción de determinados funcionarios a los cuales los Amet les abren paso- estamos padeciendo, no solo en lo monetario, como muchos pretenden sintetizar sino, y es lo peor, en lo psicológico, ya que vivimos con la incertidumbre de saber que salimos de nuestros hogares, pero con dudas del cómo regresaremos, si es que lo podemos hacer. Sí, es el tráfico en nuestras calles y autopistas, convertidas en una jungla de animales, todos pretendiendo desplazarse como les venga en ganas sin importar las consecuencias.
No vale que sean compañías privadas, las cuales, supuestamente, adiestran y velan porque sus conductores respeten las leyes y se desplacen con responsabilidad por nuestras calles y autopistas, porque esas son las primeras que atemorizan por la manera como lo hacen, sustentados en su tamaño y su ya harto conocida impunidad. Encontrarse con estos autobuses en las autopistas es simplemente aterrador y ni hablar cuando están conduciendo por carreteras peligrosas de por si, por su sinuosidad y lo estrecha para estos tipos de vehículos.
Más bien, parecen suicidas al frente del volante pero, como aquí se opina de todo sin fundamento alguno, el que tenga dudas, que vaya y circule por la autopista Duarte, desde el km 9 o, por la carretera Casabito-Constanza-Jarabacoa para que constate lo antes dicho, no sin antes habérsele aflojado los esfínter, al ver de frente algún camión o autobús.
Pero todo esto se veía venir, aunque el futuro presenta un panorama más dramático, tumultuoso y traumático. Al ver que solo ahora, en la India, después de tantos años permitiendo el caos, hoy, arropado por el mismo, disponen mediante ley, el cómo se deberá llevar el desplazamiento por sus calles y carreteras, ¿ahora?
Dudo mucho que puedan revertir ese pandemonio que se ha hecho famoso en el Mundo entero, y es ahí, precisamente, donde radica mi mayor temor, que nosotros estamos ya, desde hace décadas, permitiendo que se burlen las leyes de tránsito, donde hoy, quizás solo los funcionarios con escolta y flanqueadores, sean los que no se dan cuenta de lo mal que estamos.
Una funcionaria ineficiente y teórica por demás, se dedicó durante muchos años, solo a preocuparse por suscribir “convenios” inútiles, mientras los llamados a ejercer la autoridad, es decir, los agentes, apenan tenían unos descoloridos uniformes; miserables condiciones de trabajo y lo peor, mal adiestrados y entrenados, normalmente, por quienes nada tenían ni tienen para enseñar. Nunca, al parecer, ha pasado por la cabeza de estos funcionarios, buscar ayuda profesional de otros países, con el fin de entrenar una fuerza que aprenda actuar de manera diferente para obtener resultados diferentes a los que hasta ahora se cosechan.
El miedo parece predominar en la toma de decisiones sencillas pero que necesitan de responsabilidad para aplicarla, como esa del estacionamiento en lugares prohibidos; en doble carril y hasta en la violación de los motoristas y los residentes en condominios que se niegan a respetar las señales de una sola vía. Y todo esto se resuelve con voluntad, un equipo de grúas y multas a granel. Sí, así es como se hace respetar la ley de tránsito. ¡Sí señor!