Por: Rafael R. Ramirez Ferreira
Preferiría la paz más injusta a la
más justa de las guerras.
Cicerón.
Descorazonados y timados; engañados y abusados absurdamente, burlados, es el sentir de muchos que desde hace tiempo esperan un alto en el desempeño desenfrenado de políticos y funcionarios, sin que nada cambie. Cuando en ganas le viene, recogen los guantes, los bates y las pelotas y nos dejan en el campo, con el animo por el suelo y ya siquiera se clama al Chapulín, porque sabido es, que, de llegar, igual se comportaría.
Las divisiones del Estado, cual pastel de cumpleaños, continúa repartiéndose entre todos los invitados que ha la vez, son sus propietarios y lo hacen sin pena o vergüenza alguna. Todo esto, porque por costumbre o desidia, este pueblo se ha acostumbrado a hacerlo todo a la mitad y la tan esperada reforma de la Constitución, llamada a ponerle fin a esta repartidera entre los políticos, pasó sin pena ni gloria, debido a que los políticos solo tienen un interés y es el suyo propio.
La cámara de diputados debió de haber desaparecido, pero como siempre, la jugarreta política se salió con la suya, unos cuantos menos, pero la misma vaina. Pero son tan bárbaros, que, en vez de reducir, pretenden aumentarlos aún más
con la creación de una nueva provincia, ya que, el apartado que trata sobre esto siquiera fue mencionado en el famoso proyecto de reforma, porque al parecer, el caramelo para que todo continuara igual, era la limitación de las reelecciones presidenciales.
Estamos hartos de escuchar las interminables peroratas de estos políticos y otros tantos académicos y vividores, sin dejar fuera a toda una manada de “bocinas”, donde ninguno está en disposición de cambiar su oratoria por un simple vocablo, ya que lo que buscan y obtienen por medio del parafraseo, donde utilizan términos oscuros y complicados, toda una verborrea para confundir a este pueblo inculto y pendejo, haciéndole creer que todo lo que hacen es por el bien de los mas necesitados, cuando en realidad, es para satisfacer sus insaciables ambiciones, como esa de continuar dividiendo el territorio político, a pesar de que el geográfico continua y continuará igual.
Se dice que nada orgánico se desperdicia en los océanos, al igual que estos políticos, que no dejan oportunidad alguna para evacuarse en este pueblo. Utilizan a su máxima expresión lo que los rusos llaman maskirovka para construir sueños que nunca llegan a ser materializados, al menos para el ciudadano común, aunque si para aquellos que en cada campaña depositan el dinero suficiente para obtener y hacer realidad sus negocios.
Hemos llegado a un extremo tal, que ya, hasta los hombres de leyes, donde existían esperanzas de que estos se encargaran de convertir todas estas indelicadezas, avaricias, codicias y, porque no, hasta abusos físicos y crimines, fueran hechos palpables bajo los términos de la jerga vernácula de su oficio pero, hasta ellos, si es tienen alguna aspiración dentro del embalaje ministerial o gubernamental, han tenido que caer a sus pies, negociar hasta su propia honra, tal y como ya las circunstancias han dejado al descubierto, claro está, con sus muy contadas excepciones.
Para dejar esto aquí, por ahora, les dejo esto para pensar: “El Bosque seguía muriendo y los árboles seguían votando por el Hacha. Ella era astuta, los había convencido de que, por tener el mango de madera, era uno de ellos”. ¡Sí señor!