Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Con la dignidad no se come, pero
un pueblo sin dignidad se pone
de rodillas y termina
sin comer.
- Anguita.
Podría iniciar este decir, expresando que, en la milicia, uno aprende a dormir cuando la oportunidad se presenta, sin importar el lugar o el tiempo, pero, no lo voy a hacer, debido a que son tantas las amenazas que tenemos en contra de la tranquilidad, seguridad y el buen vivir, tanto ahora como para las venideras generaciones, que cada uno, en la medida de lo posible, debe de hacer lo que le corresponda y no es opción viable o responsable, el dormirse ante esta situación.
Y es que, la famosa clase política, ha sido asaltada por una plaga maldita de irresponsables y de supuestos líderes, que solo se sostienen en la fuerza o liderazgo que le proporciona el dinero, ese mismo que obtienen masacrando a los más desposeídos, hasta de vergüenza. Son esos individuos que aun y estando encima de la cúpula y dirigencia del Estado, no dejan a un lado el tigueraje barrial de donde proceden en su gran mayoría, y que, utilizan los dineros del pueblo para hacerse los buenos por medio de acciones políticas clientelistas, donde ya, para poder sostener la burocracia del Estado, no basta con lo que se recauda por medio a los impuestos, y el endeudamiento se está convirtiendo en la más moderna manera o forma de esclavitud.
No quieren comprender que ese comportamiento descarado y clientelista, no puede sostenerse en el tiempo y cuyas consecuencias, sin duda alguna, de alguna manera, llegará hasta sus propios descendientes o herederos. Es algo muy parecido aquello de que ningún plan de batalla sobrevive más allá del primer combate, aunque, al parecer, estos señores consideran que sí y, por eso, continúan con que ná e ná.
Podríamos, inclusive, afirmar que en ocasiones, aparecen algunos de estos personajes, con acciones en apariencia tratando de apagar ese fuego de destrucción institucional que han creado ellos mismos pero, lejos de reducirlo, por debajo de la mesa, lo avivan, convencidos de que de una u otra manera escaparán de lo que ya está por convertirse en todo un holocausto y esto, no sale precisamente, de lo que algunos podrían pensar, que eso es fruto de alguna mente calenturienta, tal y como han querido postular en su momento algunos alabarderos.
Estuve hablando con un grupo de estudiantes, en la creencia de que el espíritu que en su oportunidad reinaba entre esta clase, simplemente había muerto pero, vaya usted a ver que sorpresa más agradable, constatar, que el formato de su mente no era una calabaza vacía, asquerosamente baqueada, como han querido presentárnosla, no, ese espíritu vive, se niega a morir y solo hay que esperar el momento en que se produzca la eclosión de esos principios éticos, patrios y morales que se encuentran en sus bien puestas cabezas.
Tuve dudas, y quise decir algo sobre este asunto sin saber que, aun cuando ignoraba exactamente por qué de esas dudas, siendo quizás que por igual habían determinadas personas, más bien políticos, donde anidan viejos hábitos que se niegan a morir, pero, la responsabilidad se impuso y dije lo que tenía que decir y percibí que estas palabras escalaban en la mente de esos jóvenes más rápido que un mono trepa a un árbol.
Y, claro está, esto no les gustó a los políticos que han tomado el hambre y la falta de educación, como sus mejores armas, a fin de obtener la realización de sus insaciables ambiciones personales, siempre mediante fútiles pretextos que las clases desposeídas los toman como náufragos que se aferran a cualquier cosa. De esto, podríamos con extrema facilidad, ver como los más botados en las llamadas elecciones libres, son los llamados o mal llamados “banqueros”, lavadores, narcos y, sobre todo, faranduleros.
En el horizonte se ven los nubarrones, pero, aun tenemos tiempo para protegernos. Así de simple. ¡Sí señor”