5 de noviembre de 2024

 

 

    Por: Rafael R. Ramírez Ferreira

   «La lealtad no es sumisión

    La disciplina no es solo.

    Sí Señor; No Señor».

   Es posible, que crea a pies juntilla, que para muchos políticos, al igual que aquel soldado japonés que duró décadas en la selva, sin conocer que la Segunda Guerra había terminado, los ilustres políticos nuestros, crean que la guerra fría no ha terminado, manteniendo los mismos criterios sobre los órganos que incidieron en la misma, incluyendo las Fuerzas Armadas y la P.N. y sobre todo, los Servicios de Inteligencia, a los cuales en su momento, podría referirme.

  Ha sido común el nombramiento en estos organismos, por la incidencia de supuestas lealtades –que al final- se ha demostrado, eran solo para sí mismo; además, la grave participación en actividades políticas ocultas a favor de quienes han considerado que sería el próximo Comandante en Jefe y quizás, por estas razones, y otras más deshonrosas, es que ese Comandante, ha tratado estas Instituciones con cierta reserva y celos en sus desempeños, debido a que perro huevero, aunque le quemen el hocico….

  Podría hacer anecdotario este escrito pero, mejor es llamar la atención a que cada quien juzgue el cómo han sido manejados estos organismos por parte del Estado, y el irrespeto por la institucionalidad de las mismas, llevándose en claro  tanto sus leyes como reglamentos internos, donde el fruto de estas acciones son más que manifiestas cuando el país ha necesitado el uso de estos instrumentos para el empleo del monopolio de la violencia por parte del Estado, el cual ha sido catastrófico y donde los ejemplos sobran, sin tocar el grave y eterno problema fronterizo y la en apariencia incontrolable, Seguridad Ciudadana.

 Los escalafones  son simples listas de personal y no es de ahora. Podría asegurar, que muchos desconocen lo que esto significa. Las diversas categorías establecidas en la ley, comenzaron poco a poco a ser violadas en base a intereses personales y a plena vista y conocimiento del superior de turno, sin que ninguno haya tenido el valor de ponerle coto a la situación.

 Como todo lo que llega a ser catástrofe, que se inicia por una simple tuerca mal ajustada, así pasó con el escalafón, principalmente con los Profesionales, verbigracia, ejemplo, los Médicos.

 Unos pocos aventajados, que habían hecho especialidades, en la mayoría de los casos por motus propio, comenzaron a incidir para que en el escalafón de Médicos se fuesen haciendo sub-escalafones por especialidades, y claro, siempre estaban en los primeros lugares, cuando esto donde debía de constar era en una lista de Médicos por especialidades pero sin que influyera en la categoría como tal, dentro del escalafón general. Y eso es solo la punta del iceberg.

 Esto fue una incidencia malsana dentro del escalafón, ya que por estar en los primeros lugares, cada vez que había ascensos querían y muchos lograron, ser ascendidos. A todo esto, y como destrucción de la Institucionalidad, hay que agregarle la incidencia de “los leales” guarda espaldas del desacreditado Cuerpo de Ayudantes Militares, donde una vez, después de un Comandante haber enviado la lista de ascensos de acuerdo a las plazas disponibles, la lista que confeccionó y bajo aprobada por este funesto Cuerpo, era más grande que la enviada por el Comandante del Ejército, razón por la cual, una vez se apretó los pantalones, se suspendió el referido ascenso.

 Para mí no es agradable tratar este tema, ya que nada ha valido para que los Comandantes en Jefe le pongan caso a esto, donde y de manera clara y contundente, se conoce el origen de este mal, siendo peor en cuanto a quienes, con muy pocas excepciones –si es que las hay- han dirigido los servicios de Inteligencia, y es la causa del porqué han sucedido y suceden desastres, desde el mismo ingreso, tanto en lo civil como en lo militar o policial.

  Han temido como el diablo a la cruz, informarle al Comandante en jefe, las realidades que acontecen, llevándolo muchas veces a tomar decisiones que en nada benefician ni al gobierno, ni al pueblo, ni a las instituciones. ¿Continuamos? ¡Sí señor!

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