6 de febrero de 2025

 

Por: Rafael R. Ramírez Ferreira

Para reformar al hombre, debes

empezar por la abuela.

Víctor Hugo.

Ya no es necesario que transcurran décadas o siglos para que determinadas situaciones se repitan una y otra vez, con la salvedad de que la gran proporción, son de hechos vergonzosos, punibles, pero que, al permanecer sin sanciones, alientan el deseo de hacerlos indefinidamente, aun y cambien los protagonistas. He aquí, que ahora, muchas cosas parecen como un Déjà Vu recurrente, aburrido y aborrecible.

El pasado gobierno demostró y dejó sentado, que las bocinas no sostienen gobierno; que la falsa publicidad, en vez de bien, hace daño; que el gastar miles de millones en páginas enteras de los periódicos, es botar el dinero en el zafacón, pero, lo que, si deja, es hacer cosas que se vean, se sientan, se aspiren y, sobre todo, que el estómago pueda conversar con ese algo.

Hemos recorrido un corto tiempo para la historia, pero largo para las realidades. Hemos constatado por demás, que los faranduleros han sido un fiasco en todas las posiciones, que la mayoría de las veces, han obtenido por el famoso y corrupto clientelismo político y eso no es harina de otro costal, sino, del mismo. Santo Domingo es una ciudad sucia y en apariencia sin dolientes. Son contadas las aceras por las cuales se puede caminar y ahora, con la novedad, de que las mayorías de las esquinas han sido tomadas por los pobres padres de familia motoconchistas para hacer sus “paradas”, al colmo, que hasta la caseta del parque ubicado en la esquina de la calle Mejía Ricart y Núñez de Cáceres, le ha sido cedido.

Pero esas son babosadas, porque supuestamente, con los corredores establecidos por la Omza, deberían de estar obsoletos, al igual que los de la Calle Defilló con 27 de febrero. Todo esto sin referirnos a que estos privilegiados y esforzados motoconchistas, al parecer, están exonerados de respetar cualquier ley de tránsito; rebasar por donde les venga en ganas y no respetar calle alguna que sea de una sola vía. Pero todo continua igual y el régimen de consecuencias brilla por su ausencia y, me parece, que, en la mayoría de estos problemas, el planificar y organizar se ejecutan con presteza, al menos para el objetivo mediático, pero, para la ejecución y la supervisión, su calificación es un desastre, como los maestros, por ejemplo.

Pero eso tiene un nombre y, me parece, que aquellos funcionarios que tienen pereza son negligentes, apáticos, que demuestran falta de voluntad para ejercer eficazmente el trabajo asignado, se les llama simplemente, indolentes.

Ahora la historia, nos dice que nos fijemos en los finales del pasado gobierno y la utilización del famoso AC-30, -sin referirnos al hecho corrupto-, solo a la utilidad de este para la ciudadanía y la diferencia no es mucha con relación a la chapucería del trabajo que se realiza. Parece, al igual que en la Procuraduría y otras dependencias claves, que es el mismo personal que continúa haciendo lo mismo. Comienzan a restaurar una calle y donde se termina el asfalto lo dejan como si fuese un reductor de velocidad o policía acostado como suele llamársele. La señalización es inexistente y todo queda a medio hacer debido a que se llevan los equipos para otra parte y reitero, para hacer la misma chapucería.

En todo, la supervisión brilla por su ausencia; ponen las calles de una vía y solo se ejecuta por unos días. Los motoristas hacen caso omiso; se estacionan en paralelo; los que viven a mitad de cuadra se niegan a dar la vuelta a la manzana y ha todo esto, las grúas se mantienen guardadas y las autoridades del tránsito no se dan por enteradas. ¡Sí señor!

 

 

 

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