28 de noviembre de 2023

A las 11 de la mañana de este jueves una hilera casi interminable de oficiales del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York (NYPD) custodiaba la entrada de la Catedral de San Patricio en Manhattan, esperando los restos mortales de uno de sus compañeros que fue asesinado a balazos, hace menos de una semana, en Harlem.

Allí, en medio de una escena de frustración y dolor, centenares de uniformados, amigos, familiares y residentes de la Gran Manzana aguardaban alrededor del emblemático templo, para asistir al velorio del oficial Jason Rivera, de 22 años, un nombre que ya está en podio de los héroes y cuyo recuerdo siempre removerá la herida de la violencia que afecta a la ciudad.

Ocho ‘hombres de azul’ subieron los escalones con el ataúd, luego las campanas de la iglesia repicaron cuando llegó una caravana con los padres y la esposa de Rivera para una ceremonia privada, antes de que se abrieran las puertas al público.

Como miles de neoyorquinos que se acercaron a la calle 49 y la Quinta avenida, la residente de Queens, Leonor Arias, tomó su hora de descanso mientras trabajaba en una tienda cercana, para ir al velorio que “Yo no conozco a su familia. Me enteré como la mayoría por las noticias. Y desde ese minuto no he dejado de pensar en esto. Un muchacho tan joven que quería servir y se fue de esa manera”, compartió emocionada la inmigrante dominicana, quien a la vez se preguntó si los neoyorquinos tienen alguna esperanza de volver a caminar tranquilos por las calles.

“Yo soy madre de un joven que está en la Marina. Y eso me destrozó el alma. Creo que este hecho tan doloroso con estos dos muchachos, que estaban empezando su vida, debe hacer reflexionar a las autoridades sobre el rumbo que está tomando la ciudad, en donde los propios policías están amenazados”, acotó la quisqueyana.

El cuerpo del oficial Rivera estará reposando hasta este viernes en la mañana en un ataúd al pie del altar mayor de la catedral neoyorquina, el  mismo lugar que  ocupará la próxima semana su compañero Wilbert Mora. 

Ambos uniformados fueron baleados el pasado viernes cuando respondieron a una llamada de violencia doméstica. Al acudir a resolver el reporte realizado al 911, fueron recibidos por una lluvia de balas. De acuerdo con la confirmación policial, los disparos fueron detonados por Lashawn McNeil, sin siquiera intermediar palabras, quien también resultó muerto por una Entre la marejada humana de personas que se acercaron a rendir honores a Rivera, se encontraba su primo Héctor Ferreira, quien advierte que todavía se encuentra en un laberinto inexplicable.

“Mi primo era como un hijo para mi. Y era el maestro de mis dos hijos. Le encantaba enseñar. Y a pesar de miles de opciones, desde muy niño nos decía que quería ser policía para proteger a los neoyorquinos. Hablaba de una carrera dentro de NYPD. Nada lo hacía sentir más orgulloso que su uniforme”, comentó Ferreira.

Con dos oficiales caídos al atender un mismo procedimiento, los libros del cuerpo policial más grande del país tendrán una página subrayada y titulada con letras de dolor en estas semanas del año que apenas comienza. Pero esa tristeza se ahínca especialmente en la vibrante comunidad inmigrante dominicana en la Gran Manzana, que no deja de llorar a uno de los suyos.

Cortesía del Diario de Nueva York

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