Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Los locos a veces se
curan.
Los imbéciles, no.
Oscar Wilde. –
Difícil, aun y se sea ciego, no percibir o ver la degradación paulatina de tantas cosas que antes han constituido la vida, dándole valor por encima del propio rey, llamado dinero. Estamos en otro tipo de vida que para definir “otras realidades”, obligatoriamente, se tendrá que recurrir a elaborar otros tipos de comunicación escrita y oral.
No es que estemos descubriendo la técnica de hacerse el tonto más de la cuenta, sino que, nos damos de frente con nimiedades que nos asombran con relación a cosas que dábamos por cierto y cuya manifestación era una virtud moral, una cotidianidad de ser veraz y sobre todo, profesar la verdad, en un fiel apego a lo que en filosofía se llamaba “El principio de la Verdad” y, vaya usted a ver, cómo encajamos ahora aquella vieja definición de la música que rezaba: “ Musica es el arte de combinar el tiempo y los sonidos”; un conjunto de sonidos sucesivos combinados que producen un efecto estético o expresivo y sobre todo, que resultan ser agradables al oído, categóricamente diferente con el “ruido”, que ahora, las casas disqueras nos introducen por boca y nariz como “música”.
Harto difícil será para los lingüistas volver a elaborar un código que sea descifrable para todos. Aunque eso es solo la punta del iceberg, porque en cuanto a la política, es basura de otro costal. Es imposible hablar del daño producido a este país por los políticos “lideres o no” y la frecuencia con la cual han copiado “cosas” de otros países, supuestamente para bien de nuestra democracia (¿…?por ejemplo;¿Qué decir del famoso 50+1? Si nos dedicáramos a buscar actos, iniciativas o leyes que le hayan producido daños a esta débil democracia, indiscutiblemente,esta estaría entre las peores.
Y todo continuará igual hasta que le digamos a los políticos,como Séneca a Nerón; “Tu poder radica en mi miedo; ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”
Y es que, con la misma, se le abrieron las puertas a todo tipo de componendas bajo el manto de una cuestionada legalidad. Considero que la imposición de este invento, solo para salir de una situación política incómoda y prácticamente irresoluble, es la esencia del problema político y la gobernabilidad del Estado.
Crearon la dictadura de las minorías sobre la masa mayoría, donde el pandillaje político descubrió rápidamente el cómo acceder a los gobiernos sin necesidad de poseer algún tributo que los haga merecedores al mismo. No han querido reconocer que las diferentes minorías no son más que eso, minorías esparcidas, donde cada uno busca su botín sin importarles un bledo el interés mayoritario del pueblo.
Los partidos se han convertido en una cantera de intereses muy diversos, que nos hace pensar en la famosa Torre de Babel o del otro famoso, junto a sus cuarenta ladrones. Son asociaciones de poca duración, vamos a decir, por decir, cuatro años, donde al final solo queda una sigla y cada grupito crea su casa de campaña aparte en espera de las próximas elecciones, no para ir en primera vuelta porque saben muy bien que nada obtendrían, esperan a la segunda para negociar con aquel que más beneficios les ofrezca o que vean con mayor posibilidad de ganar. Después, solo queda ir a buscar su Ministerio o Dirección y, si esta es de aquellas creadas exclusivamente para hacer clientelismo político, mucho mejor.
Las agendas políticas se han ido por la cloaca y este exabrupto para estar en el poder, a pesar del dinero que se gasta, queda reflejado por entero en el nivel de preparación de los profesores, donde los “analistas” solo miran hacia el estudiantado, porque hacia quienes están llamados a enseñar, es prohibido. Por eso, no es de extrañar -a pesar de que el aspirante a dictador que nos mal gobernó anunció la erradicación del analfabetismo- diferenciar las capacidades entre quien enseña y quien debe aprender. A eso nos ha llevado la dictadura de las minorías, en tanto una Junta Electoral politizada, siquiera se da por enterada. ¡Sí señor!