Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Se dice que el tiempo es un
gran maestro; lo malo es que
va matando a sus
discípulos.
- Berlíoz.
Desde mis inicios en la vida profesional, he escuchado hablar sobre el eterno problema que, para nosotros, como país, hemos tenido con los habitantes del Oeste y, de todo eso, algo resalta por encima de todas las opiniones, prejuicios y subestimaciones de este, y es el hecho de que, nunca hemos sido invasores de ese territorio. Y esto es un dato que muchos de los opinadores, deberían tomar en consideración a la hora de estar tratando este tema, como si fuese uno mas de los faranduleros que hacen.
He agendado, para mi día a día, un espacio para deambular por las redes como si fuese una obligación, considerando que es la única manera en que podemos conocer -fuera de los opinadores políticos, que extorsionan o son formales bocinas, financiados por demás por esos interesados- la situación social, principalmente, esa barrial o consustancial con una clase media y baja vulgar, que no tiene absceso a los canales tradicionales.
Dentro de esos medios, me encuentro con exposiciones, que serían impensables de ver y escuchar, si no fuese por la proliferación sin control alguno, de los medios de comunicación, ya que, de haber alguno, el grito desgarrador seria, que se está tratando de controlar los medios de comunicación, derecho este establecido hasta en el famoso papel aquel, que para el accionar político y los derechos del pueblo, sirve menos que el papel sanitario, como ya bien dicho se dijo en su oportunidad.
En uno de esos medios escuché, muy alarmado quien lo exponía, con un histrionismo absurdo, cual si no tuviese frente a él un micrófono, que el gobierno debería prepararse para una posible agresión o invasión de las turbas haitianas que pondría en peligro la integridad de nuestro territorio. Desconocimiento total del verdadero y real peligro. Estos elementos hablan cual perico, repitiendo sandeces sin ápice alguno de conocimiento sobre el famoso caso haitiano y el peligro real.
En tanto esto es así, la gran mayoría de estos elementos y la clase que más los escucha, desconocen que ese no es el problema en sí. El verdadero problema haitiano, radica no en la explosión que pueda registrarse en ese país, si no, en la implosión que sí están en capacidad de ocasionar desde dentro del país, capaz de ir absorbiendo hasta nuestros más fuertes rasgos de la dominicanidad que tanta sangre le costó a nuestros ancestros, siendo lo peor, que ese descornamiento se manifiesta hasta en las autoridades que deberían mantener el pensamiento abierto sobre todas las maneras en que esto se pueda manifestar. Para más decir, he conocido hasta oficiales superiores, netamente haitianos, principalmente en lo que concierne al Ejército, sin que ningún jefe de personal haya pagado las consecuencias de tal desguinzado.
Cualquier extranjero, pasado el tiempo, podría pertenecer a las fuerzas armadas, pero, no así los haitianos, que habría que pensar en una cuarta o quinta generación antes de que lleguen a pensar como dominicanos. En tanto, los llamados a ponerle coto a esta situación, se las pasan de fruslería en fruslería, actuando de manera procaz y banalizando los hechos que, si nos ponen en un latente peligro, todo esto, sin referirnos a la policía, que ahí si es verdad que se le retuerce el rabo al puerco.
La pantomima sobre este tema debe cesar y las especies bípedas que lo tratan, deberían seguir con su farandulearía, aun y haya autoridades que se suban a este tren, malévolamente manipulado y absurdo, solo por unos cuantos pesos más. ¡Sí señor!