Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Se aprende, que el interés
personal, es mucho más fiable, que
cualquier cantidad de gratitud.
Hoy me da por hacer conjeturas, por hacer aseveraciones que quizás son producto de mi limitada inteligencia, pero no así, la lógica del cómo percibo los hechos ocurridos y los que están proyectados y por igual, podría ser, que sean cosas de mi enfermiza cabeza o que trato de encubrir mis miedos para mostrarlos como fortalezas que son reales y ciertas.
Insisto e insisto en el castigo ejemplar para la camarilla que nos mal gobernó en tiempos recientes, porque así creo que debe de ser. Pero, si la Procuraduría pudiera castigar, es decir, condenar y confiscar, de seguro no estaría escribiendo esto, porque de todos es sabido, que si los señalados por estar manchados con el cáncer de la corrupción no estuvieran convencidos de esto y que su fortaleza estriba en aquella parte que si ejecuta justicia, seguramente no andarían en el ruedo político, como toros de lidia sueltos en el redondel, o hienas queriendo saciarse de lo que aún queda.
Nuestra justicia es mostrenca y en muchas ocasiones, absurdamente degradante en su accionar. Jueces venales que recitan, -cual si fuesen sacerdotes leyendo los versículos de la Biblia-, el famoso Código de Justicia, pero que, a la hora de aplicarlo, lo convierten en una herramienta para justificar sus decisiones y hasta “su propia convicción”, todo con el fin de cumplir con aquellas “obligaciones” o deudas que ameritan ser saldadas, buceando como expertos entre hermenéuticas y silogismos ciertos y falsos para darle carácter de imparcialidad y justeza a sus decisiones. Si, me parece que por ese camino es que se encuentra la bravuconería que elementos saturados de codicia, muestran a diario.
Y esta grave situación es conocida por la gran mayoría del pueblo y, aun así, al parecer, no nos queda otro remedio que mantener una falsa esperanza de que esta situación se revertirá muy a pesar de saber que tenemos que hacer algo que no sea llorar o implorar para que esta situación cambie y mucho menos arrodillarnos para implorar la aparición de un Chapulín Colorado -zafa, debería quitar esa última palabra no vaya a ser cosa-, que ponga en orden la casa, donde mora la “ciega”.
Todos conocemos -sobre esto-, que tenemos y necesitamos sentarnos en el sillón del Dentista, pero, lo estamos haciendo con tal lentitud, que quizás, cuando nos venga en ganas hacerlo, ya sea muy tarde para arreglar la dentadura. Si, así es la mente humana en muchas ocasiones -como esta que nos corroe hasta la conciencia- que trata de buscarle sentido a lo absurdo y siempre, mientras más grave sean las cosas, mucho más tarde reaccionamos y eso es, precisamente, lo que nos ha estado pasando con la justicia, andándonos por los aires y floreteando creando nuevas y Altas Cortes cual si esa fuese la solución del problema y el tiempo nos ha demostrado que no es ni ha sido así, porque todos esos problemas, con el estamento que existía, si hubiese existido el interés político, todos se hubiesen resuelto.
Estos esperpentos políticos, de antes y algunos de ahora, han estado jugando a dejar que el torrente del escándalo y el escarnio se conviertan en apenas un riachuelo hasta convertirse en solo un recuerdo y eso, simplemente, no podrá ser posible, aun y sea por encima de sus engranajes en la justicia o los deseos políticos manifiestos de quien sea, de igual manera, ¡Pagarán!
Ahora se nos presentan con las manos unidas en namaste, posición clásica para rezar con los brazos en su “regadero”, de manera tal, que parecen ángeles bajados del cielo. Pero no nos volverán a embrujar con esos discursos capaces de inducir otra vez a ese odiado letargo, como esos que les da a los adictos a la dexedrina o a encerrarnos en una isla de autocompasión, no señor, pagarán. ¡Sí señor!