Una estampita de la Virgen de la Guadalupe en su cartera protege de los males al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, un político de izquierdas pero con profundas convicciones cristianas tanto en el fondo como en las formas.
Desde que asumió la Presidencia el pasado 1 de diciembre, este Jueves Santo fue el primer día en el que López Obrador falló a su rueda de prensa diaria y decidió descansar.
Y es que el mandatario no esconde su cristianismo a pesar de que su fe contradiga a veces la ideología de López Obrador, quien de joven coqueteó con el comunismo.
Para este veterano político de 65 años, tanto Benito Juárez, el presidente mexicano que divorció la Iglesia del Estado en el siglo XIX como Jesús de Nazaret son dos grandes referentes que han inspirado su vida y su carrera política.
«Yo soy admirador de Jesucristo. Sus principios y sus obras y sus hechos lo que demuestran es un profundo amor al prójimo. Y un revolucionario es un hombre con un profundo amor», aseguró hace años el político, considerado ahora el primer presidente izquierdista del país latinoamericano.
El mandatario, que pregona una austeridad protestante, resume su pensamiento asegurando que tanto la justicia social como Cristo «son amor».
Esta dualidad se plasmaría incluso en el nombre de su hijo menor, Jesús Ernesto, quien se llama así por Jesucristo y por Ernesto ‘Che’ Guevara, según el columnista mexicano Raymundo Riva Palacio.
«No busca la congruencia sino fortalecer su proyecto político mediante el sesgo hacia grupos religiosos, a pesar de que eso no empata con la idea común que tenemos de progresismo o izquierdismo», dijo a Efe Ulises Flores, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Probablemente, ningún otro presidente mexicano moderno haya tenido tantas referencias bíblicas en sus intervenciones públicas como las de López Obrador, consciente de que 84,2 millones de mexicanos son católicos, 10 millones profesan otras confesiones y solo 4,7 millones dicen no ser religiosos.
Abanderando el lema de «por el bien de todos, primero los pobres», el presidente López Obrador no ha dejado de recorrer el país predicando su lucha contra la corrupción y las desigualdades, como hizo durante los 13 años en los que buscó la presidencia.
Y algunos de sus discursos en los pueblos más humildes del país se asemejan al sermón de un pastor protestante.
«No se puede ir a la iglesia los domingos ni se puede ir a los templos si se es deshonesto, si no se actúa con rectitud, si no somos honestos violamos los mandamientos. Es pecado social. Ya basta de hipocresía, vamos a portarnos bien todos», dijo el 7 de abril ante sus fieles en Uruapan, estado de Michoacán.
Flores afirma que «nadie podría estar en contra de un discurso de este tipo, como el portarse bien y tener buenas relaciones con los vecinos», además de que «gana mucho con esta cuestión moralista».
En una clara voluntad moralizante, el discurso de López Obrador busca contraponer siempre entre lo que está bien y lo que está mal. Entre lo que es el pueblo y lo que es la llamada «mafia del poder» o los «fifís».
Por ello no sorprende la publicación de la Cartilla Moral, una suerte de Biblia de la «Cuarta Transformación», concepto con el que López Obrador define a su gobierno.
El objetivo de este documento oficial es dar consejos para resarcir «la pérdida de valores culturales, morales y espirituales» sufrida durante los anteriores gobiernos, y habla de conceptos como el bien, el alma, la familia y la patria.
En cambio, no hay rastro de reivindicaciones de derechos que se presuponen propias de la izquierda, como la lucha por la legalización del aborto o del matrimonio igualitario, aspectos sobre los que López Obrador evita mojarse.
Hay que tener en cuenta que su partido, Movimiento Regeneración Nacional (Morena), formó una coalición con los evangélicos del Partido Encuentro Social, cuyo líder se opone al matrimonio homosexual.
Quizás sea por eso que el Gobierno mexicano está estudiando dar concesiones públicas de radio y televisión a grupos religiosos, algo que según López Obrador no atenta contra el laicismo del Estado consagrado en la Constitución mexicana.
«El laicismo, de acuerdo a mi interpretación, significa no tener preferencia por una religión. Significa respetar a todas las religiones», sostuvo el mandatario en una de sus conferencias de prensa matutinas.
El académico opinó que a López Obrador «le está pasando como ya le sucedió a todos los políticos» y es que «en algún momento tiene que pagar los favores que le dieron y buscar la manera de quedar bien con todos, por eso este tipo de alianzas».