Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
Mi felicidad consiste en que
sí aprecio lo que tengo y,
no deseo con exceso lo que
no tengo.
León Tolstoy.
Si, uno, solo uno es lo que se necesita para romper la inercia; un bendito paso para iniciar el camino; un empoderado político que inicie o proponga dejar el camino lleno de indelicadezas y de espurias ambiciones personales que han sesgado el desarrollo de la tan ansiada democracia nuestra, aunque, de así continuar y verla, hasta el látigo feroz de cualquier verdugo, nos parecería mucho mejor que lo que hemos estado observando después de la dictadura.
Y no es pesimismo o falta de visión para ver más allá de la puesta del Sol, es tener la certeza de que no estamos errados en cuanto a lo que vemos y sentimos desde un tiempo a esta parte. Es la vulgaridad, lo inicuo en todo el accionar político, repetido día tras día por un grupo que hace lucir cualquier optimismo prematuro y hasta desconcertante, dejando solo la resignación como opción, porque hasta ahora, -al parecer-, cualquier vestigio de rebeldía ante el avasallante y abusivo comportamiento político, siquiera, como algo utópico, aparece en el horizonte.
Qué nos ha pasado, qué ha pasado con todos aquellos que pregonaban a todo pulmón acciones libertarias llenas de patriotismo y fervoroso deseo de desarrollo de este país; dónde se fueron aquellos pensamientos y arengas hacia la obtención del desarrollo humano, del progreso en general, no lo sé, pero sé, que no están presentes en las mentes de quienes deberían de estar. Qué bonito sería si pudiésemos, como una sola voz decir; ¡Un senador para que ejerza sus funciones por y para el pueblo, no para un partido! Razonablemente sería algo idílico, aunque mejor aún sería: ¡Un presidente para el Pueblo, no para un partido y mucho menos, para saciar ambiciones personales! El solo pensar esto, es toda una locura, pero ¡que locura!
Pero hace tiempo perdimos el Norte, a medida que las figuras y los pensamientos de los líderes desaparecían con el tiempo, donde hasta aquello de que los lideres se forjaban en la lucha, sin importar cual que esta fuese, ha sido cambiado por las pretendidas locas ambiciones personales de cualquier personaje, al cual, ostentosamente damos por llamar líder, cuando en su sórdida pretensión, solo es un embaucador, un encantador, no de serpientes, sino, de pobres hasta de solemnidad.
Solo nos presentan teorías y ya, siquiera se valen de la muletilla del nombre de aquellos que en realidad fueron indiscutiblemente líderes, que aún por encima de las bajezas políticas, sobreviven como referentes. Es por eso por lo que hoy, en medio de la pandemia del dinero -sucio o limpio- esas agrupaciones principales, llamados partidos políticos, se han convertido en mercados abiertos, donde todo se vende y todo se compra, aunque más bien, deberíamos de llamarlos compraventas, ya que es el lugar donde acuden los asociados a retirar sus inversiones, cuyos dividendos, son pagados por medio del erario.
Por eso, hoy, ante la aleatoriedad de la vida, que muchas veces nos conduce a cuestionar y a desandar caminos que nunca creímos llegar a recorrer, ya sea para bien o para mal, es que generalizamos sin querer pero, por igual, sin que aparezca otra opción, preguntamos, ante la mezcolanza de truhanes, faranduleros y hasta violadores que nos presentan los partidos para elegir, salvo unos pocos casos excepcionales, lo siguiente: ¿Cuál ha propuesto algo decente en beneficio de los votantes?¿Existe uno, uno solo, que nos haga creer que dará el primer paso para actuar en contra del mismo sistema que cobija a mansos y cimarrones bajo la misma manta? Y pensar que solo necesitamos uno, que, si fuese un presidente, que no pensara en una reelección después de una segunda, y, se dedicara a gobernar para el pueblo y no para un partido, solo con el fin de escapar de la banalización que consume esta democracia, sería algo idílico, glorioso, claro que sí. ¡Sí señor!